martes, 18 de noviembre de 2014
Cómo darle la vuelta a la tortilla
17 de Octubre, 2014
Elena Ariño Lecina
Según la Real Academia Española de la Lengua, la resiliencia se define como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. ¿Cómo actúas ante los reveses de la vida? ¿Te pueden o les puedes? Te dejamos cinco claves para entrenar tu resiliencia.
El programa El Hormiguero presentó hace unas semanas su nueva temporada con un nuevo vídeo musical, Dale la vuelta a la tortilla, con una idea clara: transmitir positividad y energía, y como dice en el vídeo Kike San Francisco "Si la vida te da limones, haz limonada". La idea de la resiliencia va un poco de eso, de darle la vuelta a la tortilla y de hacer limonada con los limones que te da la vida, o en otras palabras, ser capaz de tirar para adelante cuando las circunstancias en tu vida son negativas.
Según la Real Academia Española de la Lengua, la resiliencia se define como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Cuando exista una situación que sientas que te supera, cuando no consigas vislumbrar la salida, es cuando debemos ser más capaces de focalizar, de ser consciente del problema real, de lo que puedes y no puedes hacer como ser humano, y actuar en consecuencia. Esta capacidad es fundamental para ayudarnos a avanzar en al vida y ser capaces de reponernos a las situaciones más negativas de nuestra vida. Si pensamos en nuestra búsqueda de trabajo, seguro que eres capaz de entender perfectamente lo importante que puede ser el desarrollar una gran capacidad de resiliencia para evitar caer en el pesimismo y desesperanza. Por supuesto no es fácil, conlleva mucho esfuerzo personal y además necesita de una gran autoexigencia y constancia, pero merece la pena.
¿Qué puedes hacer para entrenar tu capacidad de resiliencia? Te dejo cinco ideas que son muy sencillas pero que requieren de toda tu fuerza de voluntad para llevarlas a cabo.
1. Permítete pasarlo mal... pero no te acomodes. La idea es como esa genial frase de "Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí" No te generes más estrés que la propia circunstancia, no quieras reponerte antes de tiempo, todo lleva su proceso. Pero lo que no está permitido bajo ningún concepto es acomodarte en la queja, en la desesperanza y en los pensamientos negativos.
2. Analiza qué es lo que de verdad te importa y replantéate tu vida. Si nos centramos en el ámbito del trabajo, podemos tener situaciones límite dentro de nuestro trabajo o durante la búsqueda del mismo. Gradúa y valora objetivamente: ¿cómo te está afectando esa situación? ¿repercute en tu vida familiar, en tu salud? ¿merece la pena sentir eso? ¿qué es lo que más te importa y cómo está afectando esta situación y cómo la vives a aquello que más te importa en la vida?
3. Re-enfócate. Ya has pasado el duelo, has analizado tu vida... ahora toca enfocarte en aquello que puedes hacer, en la parte activa. Traza un plan de acción, que se pueda adaptar a la realidad cambiante, piensa qué puedes hacer para conseguir tus objetivos y plantea pequeños pasos, medibles y conseguibles. Si sólo piensas en el entorno negativo, no harás nada. Si te centras en lo que tú puedes hacer y enfocas todo tu esfuerzo en eso, las posibilidades cambiarán, seguro. Acepta la realidad como un escenario donde tú te vas a mover, y donde tú puedes generar acciones que puedan modificar esa realidad.
4. Cultiva el pensamiento constructivo y la ecología informativa. En el mundo todo lo que pasa no es malo. Seguro. Busca todos los días una noticia positiva, seguro que encuentras alguna y encima será muy buena. Por otro lado, esfuérzate en controlar la queja gratuita, es bueno ser crítico, pero siempre hay que plantear una alternativa. Cada uno somos responsables de nuestros pensamientos, eso lo puedes controlar siempre. Revisa cuántos pensamientos negativos tienes a lo largo del día y cómo te afectan. No es que todo sea felicidad y alegría, pero debes ser capaz de darle a cada cosa su nivel de importancia adecuado.
5. Confía en ti. Todo lo anterior no vale de nada si no eres capaz de confiar en ti mismo/a. Si no estás seguro/a con lo que haces, ¿cómo vas a conseguir resultados? Confía en tus capacidades, y si no lo consigues realiza el esfuerzo de pensar qué es lo que está fallando, ¿qué necesitas para sentirte seguro/a de ti mismo? Haz una lista sincera y honesta, y planea cómo conseguir esas metas. Pero tú eres el motor de tu propia vida, la realidad puede ser horrible, pero el cómo tu la recojas y qué actitud plantees ante ella va a ser la que marque la diferencia. Puedes hundirte o puedes flotar, tú eliges. Y si no te lo crees, prueba, invierte todo el esfuerzo que gastas en la queja y el sufrimiento en buscar una salida, y a ver qué pasa...
lunes, 17 de noviembre de 2014
sábado, 15 de noviembre de 2014
En tu vulnerabilidad está tu fuerza
17/10/2014
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La verdadera valentía para mí, no tiene que ver con "dejar de sentir miedo" ni con resistir y aguantar. Para mí, aquél que es valiente de verdad, es quien puede permitirse, que el miedo le acompañe, y puede entrar en contacto con su vulnerabilidad. Mostrarnos frágiles, blandos, no es un signo de debilidad sino de fortaleza interior. Cuando podemos de verdad, aceptar que tenemos miedo, y que no podemos con todo, es cuando honramos a esa parte nuestra más real y humana, y es cuando nos sentimos más libres. Sigue leyendo....
________________________________________
Lo confieso, soy vulnerable
Algunas personas en mi consulta me dicen que llorar es de débiles, que mostrarse frágil, es algo que no se pueden permitir porque entonces se sentirían expuestos. Vivimos en la cultura del esfuerzo, de la valentía, del "no hay que sentir esto" o "del miedo está mal". Se nos dice constantemente "tienes que ser fuerte". Y yo me pregunto, ¿qué quiere decir ser fuerte? No será acaso una fachada y un escudo que nos ponemos para aparentar fuerza, cuando en realidad por dentro estamos "muertos" de miedo?
Lo confieso soy vulnerable, ¡y a mucha honra señores! Muchas veces tengo miedo de que las cosas no salgan bien, me muestro y me permito sentirme frágil. ¿Por qué? Porque no soy super women, ni de piedra, ni mucho menos impermeable. Cuando me doy cuenta que siento miedo, tengo dos opciones, dejar que el miedo me paralice, y no actuar, o actuar teniendo presente a ese miedo y a esa fragilidad, y aún así, salir a la calle igual, tener esa conversación que me cuesta tanto, hablar con mi familia etc.
La vulnerabilidad tiene mil caras pero solo dos opciones, aceptarla o esconderla en forma de fuerza y orgullo. Sentirnos vulnerables, nos descoloca y nos ayuda para prepararnos hacia el cambio.
En la vulnerabilidad está nuestra fuerza
Vivir es arriesgarnos, y arriesgarnos es exponernos al dolor. Cuando realmente podemos reconocer nuestra fragilidad interna, es cuando más vamos a sentirnos empoderados de fuerza. Pero no una fuerza anestesiada por un escudo, no una fuerza falsa, si no una fuerza genuina, auténtica, que conecta con nuestro potencial, con nuestras posibilidades y nuestras capacidades.
Aceptar nuestra vulnerabilidad nos prepara para la vida, porque de donde más podemos aprender es de nuestras heridas, y dolores. Abrazando nuestra vulnerabilidad nos liberamos y nos damos la opción de elegir qué tipo de transformación queremos hacer.
En definitiva, cuantas más caras podamos explorar de nosotros mismos, más opciones vamos a tener para elegir. Lo que nos hace frágiles también nos hace fuertes.
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17/10/2014
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La verdadera valentía para mí, no tiene que ver con "dejar de sentir miedo" ni con resistir y aguantar. Para mí, aquél que es valiente de verdad, es quien puede permitirse, que el miedo le acompañe, y puede entrar en contacto con su vulnerabilidad. Mostrarnos frágiles, blandos, no es un signo de debilidad sino de fortaleza interior. Cuando podemos de verdad, aceptar que tenemos miedo, y que no podemos con todo, es cuando honramos a esa parte nuestra más real y humana, y es cuando nos sentimos más libres. Sigue leyendo....
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Lo confieso, soy vulnerable
Algunas personas en mi consulta me dicen que llorar es de débiles, que mostrarse frágil, es algo que no se pueden permitir porque entonces se sentirían expuestos. Vivimos en la cultura del esfuerzo, de la valentía, del "no hay que sentir esto" o "del miedo está mal". Se nos dice constantemente "tienes que ser fuerte". Y yo me pregunto, ¿qué quiere decir ser fuerte? No será acaso una fachada y un escudo que nos ponemos para aparentar fuerza, cuando en realidad por dentro estamos "muertos" de miedo?
Lo confieso soy vulnerable, ¡y a mucha honra señores! Muchas veces tengo miedo de que las cosas no salgan bien, me muestro y me permito sentirme frágil. ¿Por qué? Porque no soy super women, ni de piedra, ni mucho menos impermeable. Cuando me doy cuenta que siento miedo, tengo dos opciones, dejar que el miedo me paralice, y no actuar, o actuar teniendo presente a ese miedo y a esa fragilidad, y aún así, salir a la calle igual, tener esa conversación que me cuesta tanto, hablar con mi familia etc.
La vulnerabilidad tiene mil caras pero solo dos opciones, aceptarla o esconderla en forma de fuerza y orgullo. Sentirnos vulnerables, nos descoloca y nos ayuda para prepararnos hacia el cambio.
En la vulnerabilidad está nuestra fuerza
Vivir es arriesgarnos, y arriesgarnos es exponernos al dolor. Cuando realmente podemos reconocer nuestra fragilidad interna, es cuando más vamos a sentirnos empoderados de fuerza. Pero no una fuerza anestesiada por un escudo, no una fuerza falsa, si no una fuerza genuina, auténtica, que conecta con nuestro potencial, con nuestras posibilidades y nuestras capacidades.
Aceptar nuestra vulnerabilidad nos prepara para la vida, porque de donde más podemos aprender es de nuestras heridas, y dolores. Abrazando nuestra vulnerabilidad nos liberamos y nos damos la opción de elegir qué tipo de transformación queremos hacer.
En definitiva, cuantas más caras podamos explorar de nosotros mismos, más opciones vamos a tener para elegir. Lo que nos hace frágiles también nos hace fuertes.
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